Cambio climático: Estrategias y acciones de adaptación en la producción hortofrutícola

Alteraciones en el desarrollo fenológico de los cultivos, sus rendimientos y la calidad de la producción, así como también en la condición fisicoquímica y biológica de los suelos. Estos son algunos de los efectos que se evidencian en diversos cultivos debido al cambio climático. ¿Cómo mitigar esas consecuencias, responder mejor o prevenir ciertas alteraciones? La Academia Chilena de Ciencias Agronómicas desarrolló un documento en el que aborda los impactos que este escenario está causando en la agricultura y las acciones que permitirían reducirlos.

En el texto “El Cambio Climático: efectos sobre la producción hortofrutícola y estrategias de adapatación en Chile” (2020), la organización advierte que el desafío para el país es cultivar productos hortofrutícolas saludables para satisfacer, de manera sostenible, la demanda interna y extranjera. Ese objetivo, agrega, “resulta todavía más crítico, si se consideran los efectos combinados del cambio climático, las limitaciones hídricas, los costos energéticos y la degradación de los recursos”.

Prácticas orientadas a la adaptación al cambio ambiental

Considerando los efectos del cambio climático en todas las variables relacionadas con la producción agrícola, la Academia sugiere desarrollar prácticas orientadas de adaptación. Ésta consiste en ajustar los sistemas naturales o agrícolas “en respuesta a estímulos climáticos reales y sus efectos, con la intención de moderar el daño o explotar las oportunidades beneficiosas, proceso que debe ser incremental y transformativo”.

Algunas de las acciones que contribuirían a ello son: mejorar de la retención de humedad y de la fertilidad del suelo. Protección contra la erosión hídrica y eólica. También introducir variedades agroforestales o de cultivos tolerantes a la sequía, y a la presencia de plagas y enfermedades. Recurrir a métodos de cultivos de intervención reducida, así como prácticas que eviten la pérdida de biodiversidad como la rotación de cultivos o al cero labranza por los beneficios asociados a ellos. De igual manera, el uso correcto y la gestión sostenible de los recursos hídricos.

El texto menciona que “el manejo del suelo puede ser crítico en las circunstancias del cambio climático y la agricultura, al afectar el contenido de carbono conduce a que el suelo en lugar de ser un sumidero de carbono pase a ser un emisor importante de GEI”.

Consorcios microbianos

La entidad destaca el aporte de los consorcios microbianos sobre el rendimiento y la tolerancia de las plantas a los efectos del estrés (térmico o hídrico). Entre ellos y las plantas, explica, ocurren simbiosis funcionales; asociaciones permanentes entre dos o más organismos distintos durante una parte de su ciclo de vida. Por ejemplo, los hongos mutualistas confieren tolerancia a la sequía, salinidad y a la presencia de metales pesados. También resistencia a ciertas plagas y enfermedades o el calor. Además, promueven el crecimiento y la asimilación de nutrientes. En otros casos, hay consorcios bacterianos que son efectivos en la tolerancia al estrés hídrico.

Pese a sus beneficios, el texto precisa que aún es un área todavía por investigar, respecto de la simbiosis funcional así como la bioestimulación de resistencia adquirida de las plantas. Estos desarrollos han permitido la creación de nuevos biofertilizantes capaces, por ejemplo, de mineralizar materia orgánica adherida al fósforo y reincorporar las fracciones más solubles. (efecto P-priming). De esta manera, mantienen los microorganismos y el carbono en el suelo.

Otra herramienta que ha entregado aportes relevantes es el desarrollo de nuevos cultivares, a través del mejoramiento genético y técnicas de biotecnología. Entre ellos, lograr una producción mayor y más sostenible, así como también conferir mejor adaptación y resistencia a escenarios abióticos (temperatura, salinidad, sequía o vientos).

Agricultura digital

El texto precisa que los desarrollos tecnológicos que dieron origen a la agricultura de precisión, hoy están dando paso a la agricultura digital. Se define como la aplicación de tecnologías de la información y comunicación en la agricultura. Hoy es la oportunidad que permite evaluar de manera integral los impactos del cambio climático y diseñar mejores estrategia de adaptación. La información obtenida a través de distintos sistemas y equipos permite optimizar el riego, la aplicación de fertilizantes o fitosanitarios e incluso predecir el desarrollos de una plaga. También estimar los rendimientos de un cultivo o el momento exacto para iniciar la cosecha o efectuar una aplicación, entre otros aportes.

Pero todas estas acciones involucran aprendizajes de quienes emplean estos desarrollos e interpretan la información, precisa el texto. Esto supone un cambio respecto de tareas asociadas al trabajo productivo primario (siembra, plantación, poda; raleo y  cosecha). Es decir, esas labores rutinarias serían reemplazadas por las mencionadas al inicio. Así, se necesitará que los trabajadores tengan competencias relacionadas con habilidades básicas y sociales. También que desarrollen o tengan destrezas cognitivas y sensoriales así como conocimientos (o técnicas) generales y operativos acerca de tecnología y negocios. Con todo, “la Academia cree de suma importancia considerar también los aspectos sociales de la agricultura digital dentro del contexto de la adaptación al cambio ambiental”.

Mitigar la presencia y expansión de plagas

Otro mecanismo de adaptación son las acciones para prevenir y enfrentar nuevos riesgos fitosanitarios. No se limita a la presencia o expansión de plagas y enfermedades que antes no se manifestaban. También se refiere a estimaciones de mayor incidencia, por ejemplo de nemátodos tanto en escenarios de muy bajas temperaturas como también más más cálidos, que sería el más grave.

En este contexto, el documento advierte que “cada día es más necesario vincular la distribución de la diversidad microbiana y el funcionamiento del ecosistema para comprender mejor las respuestas de los ecosistemas al entorno cambiante”. La razón está en que los cambios climáticos “afectarán a los taxones microbianos del suelo, grupos que son imprescindibles ya que desempeñan funciones importantes y fundamentales en el ciclo biogeoquímico, y necesarios para obtener un óptimo crecimiento de las plantas”.

La Academia destaca como estrategias para mitigar la presencia de “nuevas plagas” las siguientes: propagar material sano y certificado; el uso de mallas de protección (invernaderos). También la dispersión de organismos benéficos como las bacterias promotoras de crecimiento en plantas (PGPB) y actinomicetos. Además, elevar la diversidad de los cultivos, cuidar la flora nativa y mantener el riego a los corredores biológicos pues son fuentes de servicios ecosistémicos de gran importancia. Considerando el desplazamiento de los cultivos, el texto también incluye un análisis detallado por región de la infraestructura agroexportadora y las vías para fortalecerla y así responder a las demandas productivas que se dan en dichas zonas.

Lee el documento completo aquí.

Fuente:
RedAgricola.cl